lunes, 20 de agosto de 2012

manzana



8 comentarios:

  1. La pareja perfecta es uno solo
    haciéndose el amor. Ninguna chica
    conoce el cuerpo mío cual yo mismo
    y, por tanto, es más sabia mi destreza.

    Qué suave recorrido placentero
    por las zonas sensibles de mi físico.
    Qué mano que no es mía ni es ajena
    sino que es tacto, roce, soplo angélico.

    Qué en su justo momento el adentrarme
    en la medida exacta de mis límites.
    Anchura o estrechez, cuanto me plazca,
    consigo en el instante apetecido.

    Qué variación inmensa obtengo estando
    conmigo mismo, amando incluso a aquellas
    que niéganme el contacto. A todas cuantas
    me venga en gana entonces disfrutarlas.

    La pareja perfecta es uno a solas
    haciéndose el amor. En ambos sexos.
    Resulta incomprensible esa obsesión
    que nos lleva al amor en compañía.

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    1. Me gustaría que le diera los créditos a quien escribió el poema. Saludos con flores

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  2. Nace en las ingles un calor callado,
    como un rumor de espuma silencioso.
    Su dura mimbre el tulipán precioso
    dobla sin agua, vivo y agotado.

    Crece en la sangre un desasosegado,
    urgente pensamiento belicoso.
    La exhausta flor perdida en su reposo
    rompe su sueño en la raíz mojado.

    Salta la tierra y de su entraña pierde
    savia, veneno y alameda verde.
    Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.

    La vida hiende vida en plena vida.
    Y aunque la muerte gane la partida,
    todo es un campo alegre de batalla.

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  3. En medio de la noche
    te desvelas
    y adivinas mi rostro dormido.
    Apoyas tu boca sobre mi frente,
    dejas, como al descuido,
    tu mano sobre mi pecho,
    hasta que nuestros latidos se acompasan.

    En medio de la noche,
    hostil y oscura,
    me guardas,
    estremeciéndote a cada
    movimiento que hago,
    hasta que, femenina y desvalida,
    te quedas soñando
    como un ángel cansado.

    Por la mañana
    tengo una alegría que me vive
    todo el día, que me asiste
    todo el día, sin saber
    a qué se debe,
    por qué nace.

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  4. Cuando, después de amarnos, te coges el cabello
    desordenado, ¡cómo son de hermosos tus brazos!
    cual en un libro abierto, surge la letra negra
    de tus axilas, fina, dulce sobre lo blanco.

    Y en el gesto violento, se te abren los pechos,
    y los pezones, tantas veces acariciados,
    parecen, desde lejos, más oscuros, más grandes…
    el sexo se te esconde, más pequeño y más blando…

    ¡Oh, qué desdoblamiento de cosas!
    Luego, el traje
    lo torna todo al paisaje cotidiano,
    como una madriguera en donde se ocultaran,
    lo mismo que culebras, pechos, muslos y brazos.

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  5. Tu cuerpo que deseo y que rechazo
    mi voluntad domina. Como el vino
    mi mente turba, excita y reconforta.
    Después, saciado, siento oscuramente
    vergüenza del placer así logrado.
    Mas al cabo de un tiempo, tu apetencia
    resurge en mí acuciante y desespero
    y te busco si no te hallo cercana.
    No eres joven ni hermosa, sin embargo.
    Pero he de conseguirte nuevamente.
    A ti, aunque se me ofrezcan las más bellas.
    Y no me importa entonces el orgullo,
    vileza, sumisión o servilismo.
    Embriagarme en tu cuerpo es lo que importa.
    Mi voluntad domina. Como el vino
    que la garganta exige, imprescindible,
    necesito obtener, poseer tu cuerpo:
    esta dosis que viaja hacia mí mismo.

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  6. ¡Canción del macho y de la hembra!
    La fruta de los siglos
    exprimiendo su jugo
    en nuestras venas.

    Mi alma derramándose en tu carne extendida
    para salir de ti más buena,
    el corazón desparramándose
    estirándose como una pantera,
    y mi vida, hecha astillas, anudándose
    a ti como la luz a las estrellas!

    Me recibes
    como al viento la vela.

    Te recibo
    como el surco a la siembra.

    Duérmete sobre mis dolores
    si mis dolores no te queman,
    amárrate a mis alas
    acaso mis alas te llevan,
    endereza mis deseos
    acaso te lastima su pelea.

    ¡Tú eres lo único que tengo
    desde que perdí mi tristeza!
    ¡Desgárrame como una espada
    o táctame como una antena!
    Bésame
    muérdeme,
    incéndiame,
    que yo vengo a la tierra
    sólo por el naufragio de mis ojos de macho
    en el agua infinita de tus ojos de hembra!

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