La pareja perfecta es uno solo haciéndose el amor. Ninguna chica conoce el cuerpo mío cual yo mismo y, por tanto, es más sabia mi destreza.
Qué suave recorrido placentero por las zonas sensibles de mi físico. Qué mano que no es mía ni es ajena sino que es tacto, roce, soplo angélico.
Qué en su justo momento el adentrarme en la medida exacta de mis límites. Anchura o estrechez, cuanto me plazca, consigo en el instante apetecido.
Qué variación inmensa obtengo estando conmigo mismo, amando incluso a aquellas que niéganme el contacto. A todas cuantas me venga en gana entonces disfrutarlas.
La pareja perfecta es uno a solas haciéndose el amor. En ambos sexos. Resulta incomprensible esa obsesión que nos lleva al amor en compañía.
En medio de la noche te desvelas y adivinas mi rostro dormido. Apoyas tu boca sobre mi frente, dejas, como al descuido, tu mano sobre mi pecho, hasta que nuestros latidos se acompasan.
En medio de la noche, hostil y oscura, me guardas, estremeciéndote a cada movimiento que hago, hasta que, femenina y desvalida, te quedas soñando como un ángel cansado.
Por la mañana tengo una alegría que me vive todo el día, que me asiste todo el día, sin saber a qué se debe, por qué nace.
Cuando, después de amarnos, te coges el cabello desordenado, ¡cómo son de hermosos tus brazos! cual en un libro abierto, surge la letra negra de tus axilas, fina, dulce sobre lo blanco.
Y en el gesto violento, se te abren los pechos, y los pezones, tantas veces acariciados, parecen, desde lejos, más oscuros, más grandes… el sexo se te esconde, más pequeño y más blando…
¡Oh, qué desdoblamiento de cosas! Luego, el traje lo torna todo al paisaje cotidiano, como una madriguera en donde se ocultaran, lo mismo que culebras, pechos, muslos y brazos.
Tu cuerpo que deseo y que rechazo mi voluntad domina. Como el vino mi mente turba, excita y reconforta. Después, saciado, siento oscuramente vergüenza del placer así logrado. Mas al cabo de un tiempo, tu apetencia resurge en mí acuciante y desespero y te busco si no te hallo cercana. No eres joven ni hermosa, sin embargo. Pero he de conseguirte nuevamente. A ti, aunque se me ofrezcan las más bellas. Y no me importa entonces el orgullo, vileza, sumisión o servilismo. Embriagarme en tu cuerpo es lo que importa. Mi voluntad domina. Como el vino que la garganta exige, imprescindible, necesito obtener, poseer tu cuerpo: esta dosis que viaja hacia mí mismo.
¡Canción del macho y de la hembra! La fruta de los siglos exprimiendo su jugo en nuestras venas.
Mi alma derramándose en tu carne extendida para salir de ti más buena, el corazón desparramándose estirándose como una pantera, y mi vida, hecha astillas, anudándose a ti como la luz a las estrellas!
Me recibes como al viento la vela.
Te recibo como el surco a la siembra.
Duérmete sobre mis dolores si mis dolores no te queman, amárrate a mis alas acaso mis alas te llevan, endereza mis deseos acaso te lastima su pelea.
¡Tú eres lo único que tengo desde que perdí mi tristeza! ¡Desgárrame como una espada o táctame como una antena! Bésame muérdeme, incéndiame, que yo vengo a la tierra sólo por el naufragio de mis ojos de macho en el agua infinita de tus ojos de hembra!
La pareja perfecta es uno solo
ResponderEliminarhaciéndose el amor. Ninguna chica
conoce el cuerpo mío cual yo mismo
y, por tanto, es más sabia mi destreza.
Qué suave recorrido placentero
por las zonas sensibles de mi físico.
Qué mano que no es mía ni es ajena
sino que es tacto, roce, soplo angélico.
Qué en su justo momento el adentrarme
en la medida exacta de mis límites.
Anchura o estrechez, cuanto me plazca,
consigo en el instante apetecido.
Qué variación inmensa obtengo estando
conmigo mismo, amando incluso a aquellas
que niéganme el contacto. A todas cuantas
me venga en gana entonces disfrutarlas.
La pareja perfecta es uno a solas
haciéndose el amor. En ambos sexos.
Resulta incomprensible esa obsesión
que nos lleva al amor en compañía.
Me gustaría que le diera los créditos a quien escribió el poema. Saludos con flores
EliminarNace en las ingles un calor callado,
ResponderEliminarcomo un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.
Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.
Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, veneno y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.
La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.
En medio de la noche
ResponderEliminarte desvelas
y adivinas mi rostro dormido.
Apoyas tu boca sobre mi frente,
dejas, como al descuido,
tu mano sobre mi pecho,
hasta que nuestros latidos se acompasan.
En medio de la noche,
hostil y oscura,
me guardas,
estremeciéndote a cada
movimiento que hago,
hasta que, femenina y desvalida,
te quedas soñando
como un ángel cansado.
Por la mañana
tengo una alegría que me vive
todo el día, que me asiste
todo el día, sin saber
a qué se debe,
por qué nace.
Interesante juego de palabras...
EliminarCuando, después de amarnos, te coges el cabello
ResponderEliminardesordenado, ¡cómo son de hermosos tus brazos!
cual en un libro abierto, surge la letra negra
de tus axilas, fina, dulce sobre lo blanco.
Y en el gesto violento, se te abren los pechos,
y los pezones, tantas veces acariciados,
parecen, desde lejos, más oscuros, más grandes…
el sexo se te esconde, más pequeño y más blando…
¡Oh, qué desdoblamiento de cosas!
Luego, el traje
lo torna todo al paisaje cotidiano,
como una madriguera en donde se ocultaran,
lo mismo que culebras, pechos, muslos y brazos.
Tu cuerpo que deseo y que rechazo
ResponderEliminarmi voluntad domina. Como el vino
mi mente turba, excita y reconforta.
Después, saciado, siento oscuramente
vergüenza del placer así logrado.
Mas al cabo de un tiempo, tu apetencia
resurge en mí acuciante y desespero
y te busco si no te hallo cercana.
No eres joven ni hermosa, sin embargo.
Pero he de conseguirte nuevamente.
A ti, aunque se me ofrezcan las más bellas.
Y no me importa entonces el orgullo,
vileza, sumisión o servilismo.
Embriagarme en tu cuerpo es lo que importa.
Mi voluntad domina. Como el vino
que la garganta exige, imprescindible,
necesito obtener, poseer tu cuerpo:
esta dosis que viaja hacia mí mismo.
¡Canción del macho y de la hembra!
ResponderEliminarLa fruta de los siglos
exprimiendo su jugo
en nuestras venas.
Mi alma derramándose en tu carne extendida
para salir de ti más buena,
el corazón desparramándose
estirándose como una pantera,
y mi vida, hecha astillas, anudándose
a ti como la luz a las estrellas!
Me recibes
como al viento la vela.
Te recibo
como el surco a la siembra.
Duérmete sobre mis dolores
si mis dolores no te queman,
amárrate a mis alas
acaso mis alas te llevan,
endereza mis deseos
acaso te lastima su pelea.
¡Tú eres lo único que tengo
desde que perdí mi tristeza!
¡Desgárrame como una espada
o táctame como una antena!
Bésame
muérdeme,
incéndiame,
que yo vengo a la tierra
sólo por el naufragio de mis ojos de macho
en el agua infinita de tus ojos de hembra!